María es madre del silencio y de la humildad, vive perdida y encontrada en el mar sin fondo del misterio del Señor. Es disponibilidad y receptividad, fecundidad y plenitud, atención y solicitud por los hermanos… A ella debemos imitar si queremos crecer en humanidad verdadera. En un mundo que nos ahoga en un mar de dispersión, donde se hace difícil amar a los hermanos con un corazón tan disperso, María es el modelo que debemos mirar para comprender nuestra vida y apostolado: un apostolado, sin silencio, es alienación; y un silencio, sin apostolado, es comodidad.